El artículo sostiene que el triunfo del presidente Boric se sustenta en una corriente de fuerzas que tiene el carácter de lo que Maquiavelo atribuía a la Fortuna y que Hegel llamaba un espíritu de época, esto es, un momento en el que las tendencias de la sociedad, el clima de la opinión pública y los juicios dominantes en la ciudadanía permitieron la hegemonía de un proyecto de reformas profundas. Asimismo, la energía democrática del proceso y su naturaleza más reformista que revolucionaria, permitió que Gabriel Boric superara al candidato comunista (Daniel Jadue) y a la populista de izquierda (Pamela Jiles), para luego derrotar al candidato de la ultraderecha en la segunda vuelta. Ese “mar de fondo” tiene al mismo tiempo contradicciones, valores en disputa y riesgos de regresión conservadora, por la propia dinámica radical que el período incuba. En ese contexto, plantea que Boric debe evitar la tentación jacobina, equilibrar sus virtudes idealistas con un mayor realismo de la acción y, sobre todo, estructurar una nueva coalición, más amplia y sólida, en torno a un proyecto de reformas estructurales en Chile.
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